Carlos Eduardo López Díaz nació en 1931, curiosamente, el mismo año en que nació Aretama, la empresa que, en sus manos, se convertiría en la avícola y productora de pollos y derivados del pollo más importante de Colombia.
Carlos Eduardo era un comerciante. Humilde. Y de extracción campesina. Muy joven se fue desde su natal Somondoco, Boyacá, para la capital del país, en busca de fortuna.
Su primer trabajo fue como vendedor de una farmacia, en el centro de Bogotá. En ese trabajo le tocó presenciar el Bogotazo, el 9 de abril de 1948. A raíz de esos hechos violentos decidió retornar a Boyacá.
Cómo ya tenía experiencia en el sector farmacéutico, se convirtió en distribuidor de medicamentos en Guateque, Boyacá, que era el centro poblado más importante cerca de su pueblo. Y desde ahí distribuía medicamentos al oriente del país, especialmente a los llanos orientales. Pero el país seguía convulsionado y vivía entonces la Violencia entre liberales y conservadores. Por la guerra de los años cincuenta decidió dejar de viajar y establecerse definitivamente en Guateque.
En ese municipio se estableció e hizo su familia. Se casó con la señora Elvira Piñeros. Con ella, en un paseo en San Andrés, y por esas cosas que algunos llaman casualidades de la vida, él terminó en una conferencia de una convención avícola. Inquieto y atento a los buenos negocios, escuchó con atención al conferencista que explicaba cuánto alimento se necesitaba para la crianza de un pollo, cuánta carne de pollo producía el mismo y cuántos huevos era capaz de poner una gallina. A él le pareció un magnífico y negocio y pensó que era una actividad que podría realizar tranquilamente en su pueblo.
Pues llegó a Boyacá decidido a fundar una empresa avícola y producir pollos, huevos y derivados del pollo. Empezó con la distribución de huevo y de carne de pollo. Convenció a los campesinos de Boyacá a que engordaran pollo y produjeran huevo, con la condición de que él les compraba la producción. Y así empezó su negocio, él les compraba el pollo y el huevo y luego los revendía en Bogotá.
Tras la relación establecida con los campesinos relacionados con el sector, pronto tuvo el olfato de ver otro importante negocio: La distribución de alimento para esos animales. Se consiguió la distribución de los productos de Ralston Purina Company, en Boyacá. La multinacional de alimentos le confió su distribución.
Así, su vida rodeó todo el sistema de producción avícola. Compraba pollos y huevos a los campesinos, a los cuáles, a su vez, les vendía el alimento para los pollos. Al integrar a los campesinos, se convirtió en el vendedor más grande de Purina en Colombia.
Cuando ya manejaba el negocio al dedillo, se percató de que en Bogotá había una lucha de precios gigante y que el precio del pollo y los huevos era manipulado por los mayoristas. Entonces decidió, en 1970, montar su propio matadero y su propia empresa de pollos llamada Pollos Soberano.
Justo en esa época y por intermediación de la propia multinacional Purina, se enteró de la difícil situación en que se encontraba la firma Aretama, que había sido fundada, el año de su nacimiento, por Víctor Gómez. El señor Gómez había muerto y la empresa, ya en manos de sus herederos, había terminado quebrada e intervenida por Purina, a quien le debía una gran cantidad de dinero.
Cuando Carlos López se enteró vio una oportunidad de expandir su negocio y decidió comprar la empresa. El negocio lo hizo con el señor Francisco Serrano, juntos compraron Aretama.
Además, crearon una compañía llamada Colventas, para sanear a Aretama, que tenía deudas gigantes y un lío sindical. Los años de ordenar las finanzas de Aretama fueron muchos, pero lo lograron. Con la empresa ya a flote, Carlos López llegó a un acuerdo con su socio Francisco Serrano y logró quedarse con el ciento por ciento de la compañía.
En 1980 Aretama ya era de propiedad exclusiva de don Carlos López. En aquellos años la empresa prosperó de una forma tal, que se convirtió en una especie de holding, que tenía inversiones en otras compañías del país, como Barnes de Colombia, Corfiunión, entre otras. El negocio creció y sus otros negocios también. Abrió, por ejemplo, una sucursal de Pollos Soberano, en Cali.
En sus manos, Aretama logró tener el control de todo el ciclo de producción, al integrarse de una forma vertical. Tenía (y tiene) las reproductoras, que ponen el huevo fértil para los pollitos; la incubación, el engorde del pollo, el sacrificio, el desprese, y además produce productos con valor agregado. Producto listo para calentar y para comer, como jamones, salchichas, hamburguesas, pollo relleno, entre otros. Todo lo hace directamente. Carlos Eduardo López Díaz había creado un emporio.
López Díaz, padre de seis hijos, hizo sus empresas a pulso. Se levantaba todos los días a las cinco de la mañana. Él estaba atento de forma directa en todos sus negocios, pero tenía el don de gentes que le impedía pelear o ser grosero con sus clientes o empleados. Era jovial, para algunos, pasado de buena gente, pero su carácter nunca fue un problema, al contrario, lo rodeó de buenas amistades y lealtades entre sus amigos y conocidos. Nunca usó un abogado, porque era uno de esos hombres que aún confiaban más en la palabra empeñada. Un empresario correcto.
Nunca tuvo enemigos, pero en el gobierno del presidente Andrés Pastrana, cuando la situación en el país se puso difícil en materia de orden público, tuvo que dejar el país.
En esa época secuestraron a Alejandro Vásquez, de Pollo Olímpico, y Gabriel Zárate, de Pollos Campeón. Un conocido le dijo que él estaba en la lista y de inmediato se mudó a los Estados Unidos con la familia. Siempre estuvo atento a sus negocios y, tan pronto la situación mejoró, regresó al país, donde murió en 2005, por cuenta de una diabetes.
Díez años después de su muerte, la compañía que forjó sigue en pie, cumpliendo 85 siendo una de las empresas productoras de pollo y derivados del pollo más queridas por los colombianos.
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